Todos estamos familiarizados con la previsión meteorológica que consultamos todos los días con respecto a la lluvia, temperatura, viento, nieve, etcétera. Sin embargo, el clima espacial – las condiciones variables que rodean nuestro planeta en el espacio – también tienen consecuencias importantes en nuestra vida.
La actividad solar que tiene lugar a kilómetros de distancia de la Tierra, en la atmósfera, por ejemplo, puede ocasionar tormentas magnéticas en la Tierra. Estas tormentas son bonitas de observar con las auroras, pero pueden hacer tambalear nuestra infraestructura moderna.
El 19 de enero de 2012, se produjo una explosión solar impresionante en una región activa del Sol, que liberó gran cantidad de plasma solar y que provocó una Eyección de Masa Coronal gigantesca, que parecía dirigirse a la Tierra.
Cuando estos vientos solares alcanzaron el campo magnético de la Tierra, la interacción creó una de las tormentas magnéticas más largas que ha registrado nuestra Tierra durante los últimos años. La tormenta alcanzó su pico el día 24 de enero, justo cuando se iniciaba otra.
Según el geofísico Jeffrey Love, del USGS, estas tormentas nuevas y la observada el 26 de septiembre de 2011, indican que existe un aumento en la actividad del Sol conforme nos acercamos al máximo solar.
El máximo solar del nuevo ciclo solar es lo que los científicos predijeron que tendría lugar en el año 2012 o 2013, y que aumentará el número de tormentas magnéticas en la Tierra.
Love ha explicado que las tormentas magnéticas son las causantes del fenómeno climático que produce las auroras borealis, sin embargo también pueden provocar la interrupción de la tecnología e infraestructura en la que depende nuestro mundo moderno.
Las tormentas magnéticas de larga duración e intensas, por ejemplo, pueden interrumpir las comunicaciones por radio, interferir en los sistemas de posicionamiento global (GPS), interrumpir la extracción de gas y de petróleo, dañar los satélites y afectar su funcionamiento, e incluso provocar apagones eléctricos al crear subidas de voltaje en las redes eléctricas.
Al mismo tiempo, la radiación solar de las tormentas solares puede afectar los vuelos. De hecho, las tormentas solares de la semana pasada desviaron los vuelos de Air Canadá y Delta Air Lines sobre el Ártico como medida de precaución.
Aunque esta tormenta solar ha tenido pocas consecuencias en la Tierra, otras tormentas podrían ser peligrosas.
La tormenta solar más intensa registrada en el siglo XX, tuvo lugar en marzo de 1989 y, estuvo acompañada del avistamiento de auroras impresionantes tan al sur como en Texas. Esta tormenta lanzó corrientes eléctricas a la corteza de la Tierra que alcanzaron la red eléctrica de alto voltaje en Canadá. Esto provocó que un transformador fallara y que más de 6 millones de personas permanecieran sin electricidad durante 9 horas. Esta misma tormenta también causó daños e interrumpió el funcionamiento de satélites, sistemas de GPS, y los sistemas de comunicación por radio utilizados por los militares de los Estados Unidos.
Aún así, la tormenta solar de 1989 no es nada si la comparamos con la que tuvo lugar en septiembre de 1859 y que provocó la tormenta magnética más importante de la historia.
Los científicos han calculado que una tormenta
magnética de este tipo en la actualidad superaría unas pérdidas de 1
trillón de dólares si se interrumpieran los sistemas tecnológicos.
Además, podría dejarnos sin suministro eléctrico, sin satélites, e incluso dañar los sistemas electrónicos.