Las ciudades de Venezuela, como Caracas, se verán sorprendidas repentinamente, durante la hora del reverso, por una pesadilla de agua en movimiento de la que no podrán escapar. Cuando la Cordillera del Atlántico se ensanche de forma dramática, y el Pacífico se comprima y se acorte, el agua rugirá a través de América Central para llenar la brecha en el Atlántico. Esta agua no será una marea benigna, sino más bien una marea de inundación que se eleva constantemente de modo que los que se encuentren en su trayectoria podrán precipitarse a los barcos o buscar la flotación. Ni siquiera serán olas en aproximación que rompan sobre ellos de forma que puedan calcular la altura y correr hacia zonas elevadas.
La velocidad y fuerza del agua dependen del peso del agua que hay detrás de él, que busca su nivel. En el caso de las grandes diferencias entre el Atlántico y el Pacífico, durante la hora del reverso de los polos, se trata de un peso inmenso.
Por lo tanto, las zonas costeras que bordean esta corriente de agua se verán arrasadas por ella, a medida que pasa, disparándose en contra de la corriente por los barrancos, con una marea tal que será horrible para quienes lo presencien. Sin embargo, quienes puedan sobrevivir esta situación en las zonas costeras de Venezuela tampoco podrán encontrar un modo para subsistir. Las ciudades serán limpiadas, arrancadas de sus cimientos y arrastradas a las frías aguas del Atlántico. La muerte por ahogamiento en estas aguas movedizas será inevitable.