Si eres de las personas que se ha estado preguntando acerca de esa nube de polvo que dicen procede del Sáhara y que cae en forma de lluvia en muchos países de Europa, parece que tus dudas y temores, tienen su fundamento. Este polvo podría no ser tan inofensivo como parecía…
La Asociación para el Control de Radioactividad en el Oeste (Acro), ha informado que los científicos han observado desde febrero de 2021 que el polvo radioactivo del desierto del Sáhara, se ha estado desplazando por amplias zonas del Mediterráneo, aumentando de forma considerable la contaminación, incluso en zonas del sur de Europa.
La mala noticia es que las muestras analizadas confirman la presencia de partículas radioactivas en este polvo que se ha acumulado recientemente por una tormenta severa en Marruecos y en otras tormentas y lluvias registradas en distintos países de Europa.
Parece que las nubes de tormenta que se han estado desplazando por algunos países de Europa, absorbieron el material radioactivo abandonado de pruebas nucleares pasadas llevadas a cabo por Francia en su colonia de Argelia a principios de los años 60.
Si bien algunos científicos afirman que “no es peligroso”, otros han advertido que los residuos de cesio 137, un isótopo radioactivo, pueden requerir precauciones, como por ejemplo permanecer en interiores.
Según la NGO francesa que monitorea Europa en busca de señales de contaminación nuclear, Euronews informó esta semana que Acro había informado haber realizado pruebas en el polvo del Sáhara que recogió de la zona de Jura, cerca de la frontera con Suiza. Teniendo en cuenta los depósitos homogéneos en una amplia zona, en base a los resultados analíticos, Acro calcula que había 80.000 bq por kilómetro cuadrado de cesio 137, según ha confirmado la organización.
La organización ha ido incluso más allá en sus afirmaciones y ha mencionado que esta contaminación radioactiva, que procede de lejos, 60 años después de las explosiones nucleares, nos recuerda lo perenne que es la contaminación radioactiva en el Sáhara, de la que son responsables los franceses.
Aunque, según dicen algunos, los efectos de la exposición en la salud podrían ser insignificantes a corto plazo, dudamos que los europeos se sientan seguros con una nube de partículas tan amenazante sobre sus cabezas. ¿A ti te parece inofensivo?
Por desgracia, parece que es posible que vengan más depósitos de polvo radioactivo, ya que, durante estos días, se prevén lo que se conocen como “lluvias de barro”, en algunas zonas de España, Francia, el Reino Unido y Alemania, entre otros.
Al mismo tiempo, una tormenta afecta al interior de la zona de Argelia, donde probablemente las partículas de polvo sean portadoras de cesio 137, procedente de la zona de pruebas nucleares conducidas por los franceses el 13 de febrero de 1960.
Se teme que la nube de polvo radioactivo incluso pueda llegar hasta Turquía, donde las autoridades sanitarias turcas han explicado que están preparando a parte de la población para que permanezcan en el interior.
Canarias tampoco evita verse afectada por esta nube de polvo. Según un Grupo de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, dependiendo de cómo soplen los vientos alisios, en este caso hacia las Islas Canarias, la composición del polvo en suspensión puede contener más o menos sustancias tóxicas.
Cuando este polvo del Sáhara recorre cientos de kilómetros, pasando por Argelia, suele componer calcio, estroncio, potasio, magnesio y azufre, pero si gira unos metros hasta situarse en Argelia, la calima adquiere más sodio y cloro. Sin embargo, cuando el polvo proviene del sudeste del Sáhara y Mali, es más rico en manganeso, hierro y silicio. Desgraciadamente, cuando el viento cargado de polvo encuentra su camino a través de las zonas afectadas por las principales industrias del norte de África, también contiene trazas de bromo, níquel, zinc, circonio y cromo. Y se sabe que el cromo y el níquel son perjudiciales para la salud.
Bueno, parece que, provenga de donde venga, el polvo del Sáhara no trae nada bueno.
Fotografía en la que se aprecia el polvo en suspensión en una ciudad española. Crédito: Moncloa