Qué verdad es que no somos conscientes de cómo nos afecta una situación hasta que la vivimos.
Se fue la luz. Sí, se produjo un apagón eléctrico.
Una vez que fuimos conscientes que no era un problema nuestro, sino que estaba afectando a todo el barrio, empezamos a investigar. Pronto supimos que no era un incidente aislado. Afectaba a toda la localidad. Pero, cuando nos confirmaron a través de Facebook y de WhatsApp que el apagón se había producido a nivel provincial, empezamos a preocuparnos. ¿Toda la provincia? ¿Cómo era posible?
Y, entonces, todo se complicó aún más cuando nos confirmaron que el apagón afectaba a gran parte del país. Este incidente ya no era algo leve.
¿Cuánto iba a durar? No teníamos la menor idea.
La empresa que suministra la energía decía por redes sociales que calculaba 30 minutos para repararlo. Pero, ya habían pasado. A la hora del apagón, informaron que ya habían reparado el problema y que se había restablecido el servicio, sin embargo, ya habían pasado dos horas, y seguíamos sin luz.
Aquí es donde empiezas a pensar de verdad. Miras a tu alrededor y te das cuenta de que no funciona nada. El televisor, el aire acondicionado, la puerta del garaje, el frigorífico… Algunas personas incluso se habían quedado sin internet. ¡Y sin agua, en el día de más calor en la provincia!
La batería del móvil podría acabarse en cualquier momento y pronto se haría de noche…
Una profunda reflexión
Lo primero de lo que se da uno cuenta es de lo vulnerables que somos. Nunca pensamos que podría hacerse realidad. Pensábamos algún día hacer un simulacro para verificar nuestros fallos, pero nada es comparable con vivirlo de verdad. Vivirlo te aporta una gran experiencia y te impide poder hacer “trampas”. En este caso, la sucesión de descubrimientos, la reacción, y el análisis de los hechos, creo que fue mucho más enriquecedor que si hubiese sido un simple simulacro.
Vivir en un país desarrollado, hace que te sientas seguro/a, casi invencible. Dudas que pueda afectarle algo así. Y, aunque te hayas preparado para una emergencia, e incluso si crees que existe la posibilidad de que vaya a producirse el Reverso de los Polos, en el fondo mantienes la esperanza de que tu país no pueda verse afectado por nada a nivel nacional.
Cuando se produjo el apagón, la primera sensación fue de sorpresa. ¿Habíamos hecho algo mal y provocamos la interrupción en el suministro? No pensamos que podía ser tan masivo. Seguimos los pasos que hay que dar para verificar si nos afectaba solo a nosotros y para averiguar hasta dónde alcanzaba. Y, fue entonces, cuando supimos que era en dos países, que comprendimos la gravedad de la situación. Y, posiblemente así suceda la próxima vez. Porque ahora estamos más convencidos de que sí, que es posible que suceda.
De esos momentos de incertidumbre, hemos podido aprender algunas cosas. Compartirlas contigo podría ayudarte a enriquecerte con nuestra experiencia.
Como te he dicho al principio, no es lo mismo que vivirlo uno mismo y, lo más seguro es que si te sucediera a ti, aprenderías otras cosas. Pero, nuestra experiencia podría proporcionarte algunos temas clave que debes comprobar. Y, te recomendamos que los analices con nosotros. Así verás si compartes nuestro análisis, nuestras deducciones, nuestros fallos… En resumen, te servirá como preparación y como examen.
Los hechos, tal y como se sucedieron
Cuando se produjo el apagón, el primero paso fue comprobar si la causa era propia. Miramos la caja de fusibles y todo estaba en orden. Al ser de día, era imposible asomarnos a la calle para ver si algún otro vecino carecía de luz, y no había alumbrado público en marcha como para comprobar si estaba apagado o si el resto de la localidad se había visto afectada por el apagón, así que cogimos nuestros móviles y accedimos a las redes sociales.
Avisamos a nuestros familiares y amigos. Algunos de ellos estaban disfrutando de un día de relax en la piscina o en la playa y no se habían dado cuenta de nada. Otros, no tenían la menor idea de lo que había sucedido y se extrañaron al saber que tampoco nosotros teníamos luz.
Una conversación telefónica con un amigo que se encontraba a unos 20 kilómetros de nuestra localidad, para nuestra sorpresa (y la suya), nos confirmó que el apagón también le había afectado a él. Esto indicaba que no se trataba de algo local.
Había personas que explicaron que, cuando se fue la luz, también se quedaron sin acceso a internet. No solo estaban sin suministro eléctrico, sino que tampoco podían averiguar la razón y extensión del problema. ¿Y si tampoco hubiésemos tenido acceso a Internet? Supongo que nos hubiéramos imaginado que podía ser un apagón masivo, pero habríamos avanzado pasito a pasito, siguiendo prácticamente el mismo recorrido que estoy explicando.
Las redes sociales no tardaron en confirmar que, efectivamente, la localidad se había visto afectada por completo, y que también había otras de los alrededores, hasta que comprendimos que era a nivel provincial.
Llegados a este punto, aún no éramos conscientes de la gravedad de la situación. Sin embargo, cuando en las redes sociales empezaron a hablar de otras ciudades y provincias afectadas, comprendimos que posiblemente todo el país había sufrido el apagón eléctrico.
Es en este momento en el que nos dimos cuenta de que había que ahorrar en la batería del móvil. No sabíamos cuándo podríamos cargarlo de nuevo.
Pensamos en los alimentos que había en el congelador. Evitamos abrir el frigorífico y el congelador para que se mantuviera el frío durante el máximo tiempo posible en su interior. Nos alegramos de haber incluido barras de hielo en el congelador, precisamente para situaciones como esta. Pero, a pesar de las precauciones que habíamos tomado, no pudimos evitar hacernos ciertas preguntas. ¿Cuánto tiempo aguantarían los alimentos en el congelador? ¿Se descongelarían todos los alimentos? Lo habíamos leído en alguna parte anteriormente, pero ya no nos acordábamos de la respuesta y tampoco había posibilidad de ponernos a buscar la respuesta ahora. Me di cuenta que debimos haber impreso la información más importante en su momento para casos como este.
Éramos conscientes de que, según lo que habíamos aprendido en el caso de que se descongelaran, tendríamos que consumir los alimentos para no tirarlos en vano. Aunque sería una gran barbacoa, sin lugar a dudas. Claro que, no solo supondría la pérdida de todos estos recursos, sino que nos quedaríamos sin estos suministros en cuestión. Después, habría que pasar a consumir otros. ¿Tendríamos suficientes? Y, otra pregunta más, ¿se podían preparar sin hacer uso de la electricidad que no teníamos?
Algunas personas de la localidad se quejaron de que no solo se habían quedado sin luz, sino también sin agua. Claro, en algunos lugares, disponer de agua dependía de un motor, eléctrico, claro está. Pero, ¿y si se veía interrumpido el suministro de agua? Me dispuse a coger agua, rellenando todo tipo de envases, por si acaso. No habíamos pensado en esta posibilidad.
La falta de previsión en este sentido era total. No solo no habíamos incluido agua en nuestro almacén de emergencias, sino que carecíamos de los medios para recoger agua de lluvia, así como para potabilizarla. Un error importante. El agua es fundamental.
Tres horas después del apagón, volvió la luz. Pero, una cosa hemos aprendido.
No estamos preparados para afrontar un apagón eléctrico masivo y duradero.
¿Lo positivo?
Que hemos comprobado ciertos errores que tenemos que pulir.
Sí, hay que ponerse las pilas, porque no sabes cuándo te podría afectar a ti.