Según el Servicio Geológico de los Estados Unidos, o USGS por sus siglas en inglés, una agencia científica del gobierno federal de los Estados Unidos, los gases volcánicos pueden ser perjudiciales para la salud, la vegetación y la infraestructura.
El dióxido de carbono
El dióxido de carbono puede acumularse en áreas volcánicas bajas, representando un riesgo letal para las personas y los animales.
Cuando el magma se eleva hacia la superficie y disminuye la presión, los gases se liberan de la porción líquida del magma y continúan viajando hacia arriba, liberándose finalmente a la atmósfera. Las grandes erupciones volcánicas pueden liberar enormes cantidades de gas en poco tiempo. Pero, aunque el magma no se liberara nunca, los gases a menudo pueden escapar continuamente a la atmósfera desde el suelo, a través de los respiraderos volcánicos, fumarolas y los sistemas hidrotermales. Con mucho, el gas volcánico más abundante es el vapor de agua, que es totalmente inofensivo. Pero, los volcanes también pueden emitir grandes cantidades de dióxido de carbono, dióxido de azufre, sulfuro de hidrógeno y haluros de hidrógeno. Según sus concentraciones, estos gases son potencialmente peligrosos para las personas, los animales, la agricultura y la propiedad.
El dióxido de carbono, atrapado en áreas bajas puede ser letal para las personas y los animales. Los volcanes liberan entre 180 y 440 millones de toneladas de dióxido de carbono. Además, es incoloro e inodoro.
Respirar aire con más del 3% de dióxido de carbono puede provocar rápidamente dolores de cabeza, mareos, aumento de la frecuencia cardíaca y dificultad para respirar. En proporciones de mezcla superiores al 15%, el dióxido de carbono puede provocar rápidamente la pérdida de consciencia y la muerte.
El smog volcánico (vog) se produce a partir del gas del dióxido de carbono y es un peligro. En áreas volcánicas donde se producen emisiones de dióxido de carbono, es importante evitar pequeñas depresiones y áreas bajas que podrían ser trampas con dióxido de carbono acumulado.
Las altas concentraciones de este gas en los suelos también pueden dañar o destruir la vegetación y afectar al clima global.
El dióxido de azufre
El dióxido de azufre irrita los ojos, la piel y el sistema respiratorio. Se trata de un gas incoloro, con un color ocre que irrita la piel y los tejidos de las membranas mucosas de los ojos, la nariz y la garganta.
Las emisiones de dióxido de azufre pueden causar lluvia ácida y contaminar el aire de sotavento de un volcán provocando smog volcánico.
Durante erupciones volcánicas muy grandes, pueden inyectarse cantidades muy altas de dióxido de azufre a altitudes superiores a los 10 kilómetros en la estratosfera. En este caso, este gas se convierte en aerosoles de sulfato que reflejan la luz solar y, por lo tanto, tiene un efecto de enfriamiento en el clima de la Tierra. También puede agotar el ozono.
El sulfuro de hidrógeno
El sulfuro de hidrógeno es muy tóxico en altas concentraciones. Se trata de un gas inflamable e incoloro con un olor muy fuerte y desagradable. Suele conocerse también como el gas de alcantarillado.
La nariz humana es muy sensible a este gas, mucho más que cualquier instrumento de monitoreo de gases de los que existen hoy en día.
Las mezclas de aire con este gas en solo un 0,000001% están asociadas con el olor a huevo podrido. Sin embargo, por desgracia, no podemos confiar en nuestro olfato porque no es un sistema de alarma en el que confiar. En proporciones de mezcla superior a 0,01%, este gas se vuelve inodoro y es muy tóxico, causando irritación del tracto respiratorio superior, y durante una exposición prolongada, pulmonar.
Fotografía de los gases emitidos por el cráter Halema´uma´u en el volcán Kilauea, en Hawái, dentro del Parque Nacional de Volcanes de Hawái. Los científicos utilizan espectómetros de miniatura para medir la absorción de la luz cuando pasa por una pluma volcánica y así determinar la concentración y emisión de gases. Es importante monitorear los gases para comprender el comportamiento de un volcán y para conocer los peligros volcánicos. Esta vista es hacia el noroeste, en el fondo se encuentra Mauna Loa. Crédito: de dominio público. Kern, Christoph.
Fuente: USGS